‘Cortos de Fondos’ 74/258

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Recuerdo perfectamente el día en que mi padre cumplió su promesa de llevarme a ver mi primer partido de fútbol en un estadio de verdad. El de mi equipo. Era el día de mi noveno cumpleaños, e iba a hacer realidad el sueño de cualquier chaval: tener a mi delantero centro preferido sólo unos metros de distancia.

Y eso que el tiempo no acompañaba en absoluto, pues el día había amanecido nublado, y a medida que transcurría la jornada el firmamento se iba ennegreciendo poco a poco. Justo en el momento en que ocupamos nuestras localidades, aquellas enormes nubes oscuras comenzaron a descargar; primero de un modo tranquilo, aunque constante, y después, a poco de empezar el encuentro, de manera atroz.

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Récord de desahogo y plusmarca de caradura

Las piernas femeninas más largas del mundo miden una porrada de centímetros, de la cadera al tobillo, y pertenecen –esto ha de ser importante, al menos para ella– a una rubia despampanante. ¿Qué cómo lo sé? Lo he leído, al igual que el resto de los datos inútiles que me propongo escribir a continuación, en el «Libro Guinness de los Récords». Una de las tareas más absurdas llevadas a cabo por el ser humano. Claro que, puestos a ser justos, tiene cosas realmente hilarantes. Y además, ¿quién demuestra mayor retraso psicológico, el tipo que colecciona kilos y kilos de su propio cerumen o la editorial que explota el negocio de todos estos fetichistas? No he podido evitarlo: ha caído en mis manos un ejemplar de tan prescindible asunto, y no me he resistido a escribir sobre ello. Me habrán contagiado su poquedad…

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‘Cortos de Fondos’ 73/258

numero_73_alterfinesCuatro bastardos de medio pelo, llamados a sí mismos críticos literarios, no iban a arruinar su carrera en el mundo de las letras. Así que decidió poner en marcha un plan madurado durante largas noches de insomnio y cafés cargados frente a su vieja máquina de escribir.

Hizo llegar, a cuantos publicaron un comentario negativo sobre su primera obra, un cheque generosamente cumplimentado, junto a unas breves palabras de agradecimiento por su crítica. Lo cual sembró el desconcierto entre aquellos sinvergüenzas, que viven, como parásitos, del trabajo ajeno.

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Cuando el cliente nunca tiene razón

desatencion_cliente_alterfinesAunque MoneyPenny acaba de escribir las dos entradas más descacharrantes que puedan subirse a un ‘blog’ sobre desatención al cliente (‘El Gran Casting I’ y ‘El Gran Casting II’), a un servidor no le queda más remedio que insistir –seguramente con mucha menos enjundia– sobre el asunto. En parte porque es domingo y cunde la pereza, y en parte porque tenía medio esbozada esta entrada, y no quería dejarla enmohecer en el cajoncito de los ‘borradores’. Allí cogía herrumbre con temas tan apasionantes como «Soy de los que tararean a todas horas», «Mil palabras, a menudo valen más que ciertas imágenes» o «Los dilemas morales me tienen hipnotizado», con los que no es plan de andar ‘rallando’ al personal en una mañana tan espléndida de verano.

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‘Cortos de Fondos’ 72/258

numero_72_alterfinesSabía penetrar como nadie en el reino de las palabras, donde aguardan todas las formas literarias que esperan verse escritas algún día. Las había visto así en muchas ocasiones: quedas, como paralizadas, pero sin desesperación.

De hecho, le envolvía la calma y la frescura de la superficie intacta de los textos, la mansedumbre en las palabras, que solas y mudas reposan en ‘modo diccionario’.

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Cartelicos aleccionadores XXIX

(Un resumen de los enviados a los amigos y conocidos en los últimos tres años)

‘Cortos de Fondos’ 71/258

numero_71_alterfinesEn su afán por diseñarlos primero, y fabricarlos después, cada vez más parecidos a sí mismo, el ser humano dotó a los ordenadores de voz y oído, para comprender y reproducir el lenguaje empleado por el hombre, y hacerles de este modo capaces de entender órdenes –esto siempre ha deslumbrado a los militares– o mantener sencillas conversaciones; en una palabra, interactuar con el ser humano, casi como un igual.

Más adelante, el sentido perfeccionado fue el de la «vista», con escáneres mediante los cuales se consiguió que reconociesen primero cualquier tipo de escritura, para hacerlo después con las propias imágenes: rostros, paisajes… Las posibilidades aumentaban día a día.

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