‘Cortos de Fondos’ 132/258

132-alterfinesÉramos una familia modélica, en blanco y negro. Al menos hasta que a mi padre se le puso entre ceja y ceja optar a la distinción solidaria de la diputación provincial, por la adopción de un huérfano africano. Menuda obsesión le entró con aquel asunto: vamos, que no admitía discusión alguna sobre el particular. Yo era aún un chaval al que le empezaba a salir algo más que pelusilla en el bigote, y mi voz no tenía voto. Pero ni los ruegos de mi madre, que apenas se apañaba –y eso que contaba con ayuda– para cuidar de nosotros siete; ni las recomendaciones de mis abuelos paternos, que amenazaron con desheredarle; ni aun los razonados argumentos de sus compañeros de dominó, a los que despreciaba por acomodados, consiguieron hacerle variar un ápice en su empeño.

Y ya se sabe que cuando el tonto coge la linde, o se acaba el tonto o se acaba la linde… A pesar de que no había ni un sólo bebé, ni siquiera un niño pequeño o no tan pequeño ya, o algún adolescente africano para adoptar, en ninguna de las por entonces muy escasas agencias internacionales de adopción, mi padre no quiso presentarse en casa sin nuestro nuevo hermano.

Así que adoptó al traductor de la última de las agencias que visitó. Tenía 45 años, pero era africano y ya habían fallecido sus progenitores, que al fin y a la postre parecía ser lo único que contaba para él. Y lo que son las cosas, nuestro nuevo hermano, a quien he de reconocer que, no por nada, pero yo miraba con una cierta desconfianza cuando compartíamos bañera, se acabó liando con mi madre, que también era la suya, si bien de adopción, y convirtiéndose por tanto en mi nuevo padre y el de mis nueve hermanos. Porque, sí, por supuesto, en poco menos de una década tuvo tres hijos con la mujer que me trajo a este manicomio mundo (ver ‘Cortos de Fondos’ 131), antes de abandonarla para tratar de liarse con mi joven esposa.

Llamadme racista, pero en aquel momento decidí hundirle el cráneo, mientras dormía, con el trofeo de alabastro. Aquel que le entregase a mi padre el mismísimo Gobernador Civil, hacía ya unos años, porque éramos una familia modélica.