Puede que sólo sean palabras

Llevo cerca de tres décadas jugando con mis padres al Scrabble. Un entretenimiento de tablero que pone a prueba el conocimiento del castellano, pues consiste en intenta ganar el mayor número posible de puntos, mediante la construcción de palabras sobre un cuadrado de 15×15 casillas con diferentes puntuaciones. Las palabras, que se pueden formar a partir de siete piezas individuales, cada una con una letra impresa, pueden disponerse en horizontal o vertical, y pueden cruzarse, siempre y cuando aparezcan en el diccionario de la R.A.E.

Un juego de sobremesa que a muchos puede parecer insulso, pero que mis progenitores y yo –mi hermano mayor se nos une siempre que tiene ocasión– hemos convertido desde hace sus buenos 30 años en todo un desafío; no en vano, cerca de 1.600 partidas después seguimos luchando –intelectualmente hablando, claro– por cada punto, por cada ‘triple tanto de palabra’ y por cada definición dudosa. Como el primer día.

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Versátil que (dicen) es uno

versatile_blogger_negro_black_alterfinesLo han vuelto a hacer. Quiero decir, el darme la excusa perfecta para hablaros de mi tema favorito: Alterio Felines (que como todos sospecháis ya a estas alturas es el pseudónimo del bueno de  Alterfines). Y los culpables son dos autores literarios, que sí que se merecen este galardón (La Biblioteca del Fauno y Asquerosamentesano) que han tenido a bien seleccionar este ‘blog’, junto a otros tantos destacados diarios en la red, que os aseguro que bien merecen una visita: Ana Azul, Época Dorada, Pinki Pop, Más que Vivir, Karmel, El Rincón de Gaviota, Chancano, La Puerta Entornada, Entre el Olvido y la Memoria, Dessjuest, Nosht y Homefosc).

Es algo que le agradezco infinito a Roberto y a Jorge, que no sabía los pobres que, igual que no debe alimentarse a los gremlins después de medianoche, mojarlos o permitir que les dé la luz, nunca, bajo ningún pretexto se puede dar a un ‘bloguero’ patente de corso para que largue siete cosas importantísimas sobre su egregia persona y su inaplazable misión en ésta, la tercera de siete vidas. Pero el mal ya está hecho…

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El hombre que nos llevó a la Luna

sol_alterfinesHace una semana que falleció uno de mis héroes infantiles. Una persona íntegra, que mantuvo su dignidad hasta el último momento. Se trata del astronauta Neil Armstrong, el jefe de misión del Apolo XI, que en julio de 1969 consiguió no sólo posar el módulo que pilotaba sobre la superficie lunar –para asombro de todos los que aguardábamos en su planeta natal–, sino ser el primer hombre en pisar nuestro satélite. Cedequack le dedicó un bonito recuerdo, pero yo estaba en deuda. Que nadie vea en lo que voy a contar a continuación siquiera un atisbo de querer compararme a tan gran hombre, sino una de esas casualidades que tiene la vida, y que, ya sabéis, la vuelven interesante, enigmática, impredecible, maravillosa…

El mismo día en que este ídolo espacial libraba su último combate con las complicaciones posteriores a una operación de corazón, yo estaba tocando Marte. Tal cual suena: asistía a una interesantísima exposición de La Caixa sobre los paralelismos entre la Tierra y el ‘planeta rojo’, y en ella se exponía, dentro de una urna de metacrilato, el fragmento de un meteorito llegado hasta nosotros desde Marte. La caja tenía una pequeña abertura en su parte superior para que fuese posible acariciar, con la yema del dedo, la rugosa superficie de aquella piedra. Y mi Santa y mi adolescente favorita tuvieron que amenazarme con que cerraba el centro –por cierto: una vieja iglesia desacralizada, que hubiese hecho las delicias de Galileo…–, para que dejase de hacerlo una y otra vez.

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Siete Cosillas sobre Uno

seven_things_about_me_alterfinesCierta treintañera anacrónica se ha vuelto loca, y va contando por ahí que este diario merece la pena. Sin estar totalmente de acuerdo con Laura –hay días buenos, malos, y la mayor parte de ellos mediocres– se lo agradezco infinito. Pero el suyo sí que es un ‘blog’ destacable: ¿dónde, sino podríamos leer reflexiones y relatos tan desubicados como su genial autora?

Y como me eduqué con los curas, obedezco las instrucciones básicas, que son contar siete detalles sobre uno y presentar una decena de sitios que uno recomienda, y el porqué. Ahí vamos:

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El sentido de todo esto

recuerdos_alterfinesTres estupendos chalados –la bruja que eligió el tema, y los dos que plantearon la iniciativa– tuvieron hace unas semanas la ocurrencia de que todos revisásemos aquel ‘post’ nuestro inicial, aquella bisoña declaración de intenciones; ¡anda que no ha llovido desde entonces! Y aquí estamos todos, rascándonos la sesera para ver si somos capaces de plasmar en unas líneas qué hacemos a diario, sentados delante de un teclado y una pantalla; y por qué lo hacemos: ¿es una válvula de escape para los más? ¿tal vez un/a agujero/ventana a una realidad diferente a la del resto de la jornada? ¿un concurso de ombligos para todos? Mi oxidada alma de periodista está planteando esto como un reportaje de suplemento dominical, cuando en realidad toca «mojarse». Dejar de hablar de lo que hacen, o por qué hacen lo que hacen los demás. Ahora hay que hablar de uno. ¿Y no es eso lo que más nos gusta a los que tenemos un diario en la red?

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Tiene un mérito enorme

A sus 87 años, mi padre está escribiendo sus memorias. Ah, y añadiendo a diario entradas a su ya de por sí extensísimo diccionario para crucigramistas expertos. Todo ello en un viejo eMac que le regalé para que sustituyera otro ordenador, de los de la manzanita, aún más viejo.

Porque, mientras que los de mediana edad –los adolescentes son otra historia, y lo sé porque lo vivo en casa a diario– nos peleamos con frecuencia con las nuevas tecnologías, él, como si hubiese manejado teclados y ratones toda su vida, anda poniendo al día su particular memoria histórica. Que nadie se atreva a decirme que no tiene mérito…

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En esas ando aún…

«¿Qué me impulsa a escribir este diario?», suele ser el título de la primera entrada de todos los que nos metemos en esto de teclear lo que pasa por nuestra insignificante cabeza, y depositarlo en un espacio accesible a cualquiera; o mejor dicho, a disposición del que pase por taquilla y contrate su línea ADSL con la multinacional de turno. Pero no me refiero tanto a eso como a ¿qué nos empuja, a los que llevamos un ‘blog’, a abrir el gestor de contenidos cada dos o tres jornadas –algunos con una fiera disciplina diaria–, para plasmar de modo más o menos brillante una idea, escribir un relato, compartir con quienes nos siguen un video de YouTube o Vimeo, o plasmar sencillamente unos breves comentarios en referencia a alguna de esas impactantes imagenes que pululan por la red?

¿Se trata de una necesidad imperiosa de contarle, al que quiera escuchar, que tenemos precisamente eso, algo que decir? Ya sea sobre un tema de candente actualidad, acerca de algo que creemos ser los primeros en detectar o simplemente para volver sobre esos «fantasmas» que están ahí, cómodamente instalados en el fondo de nuestra mente. ¿Necesitamos salir más a la calle, vernos con más frecuencia con los viejos amigos? ¿Eh? ¿Eh?

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Todos y ninguno

No es mío, que conste. Pero hace poco he encontrado, entre una barahunda de cajas de puros llenas de recortes de periódicos y anotaciones de mi puño y letra, libretillas de diversos tamaños llenas de esbozos de relatos, y un sinfín de posavasos, cajas de cerillas, ‘post-its’, servilletas de bar y hasta ‘metrobuses’, todos ellos garabateados por mi, una nota manuscrita de Jesús Martín, en su día redactor-jefe mío en un par de medios de comunicación impresos, en la que contaba la historia de cuatro personas, cuyos nombres eran Alguien, Cualquiera, Ninguno y Cada Uno.

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