Otro mundo, en éste

Ahora que parecen empezar a escucharse las voces de los ‘altermundistas’, proponiendo que pasemos al plan B, pienso yo que simplemente si no existiesen los espejos; si los seres humanos fuesemos incapaces de observar nuestro reflejo en el agua o en cualquier otra superficie brillante, como el mármol; si no existiesen las cámaras que permiten que nos graben o fotografíen para vernos posteriormente; en una palabra, de no existir modo alguno de apreciar que nuestro aspecto difiere al de los demás, y colegir de ello que habemos de ser diferentes, el mundo sería un lugar más agradable para vivir. Y lo pienso –y además lo escribo– porque la gente sería más generosa y solidaria, y mostraría una mayor empatía hacia los demás, creyéndoles iguales a uno. ¿Por qué habría yo de portarme mal con alguien que es como yo? ¿Es que acaso me gustaría que otros obraran así conmigo?

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Dura como la mantequilla

A lo mejor es cierto que resulta imposible que una bola de golf se aplaste de tal modo contra una plancha de acero, como señalan algunos de los comentarios de la gente; salvo, digo yo, que la hayan disparado con aire comprimido, en lugar de golpeado con una ‘madera’ 1. Pero, ¿qué importa? El efecto plástico resulta tan hipnótico que da lo mismo si han empleado pólvora…

Cartelicos aleccionadores XIV

(Un resumen de los enviados a los amigos y conocidos en los últimos tres años)

Si no quieres que me mofe de ti…

…no tengas creencias tan chistosas. ¿Las religiones monoteistas? Soy de los que están firmemente convencidos de que el mundo sería un lugar mejor si no existieran las creencias religiosas que conminan a despreciar al que no las profesa u obligarle a aceptar sus preceptos aunque sea por la fuerza. El pensador francés Pascal afirmaba que los hombres nunca hacen el mal tanto, y tan despreocupadamente como cuando lo hacen por una creencia basada en la existencia de un dios todopoderoso. Su dios. Porque la religión conlleva precisamente intolerancia, violencia y perpetuación de ideas retrógradas, cuando en realidad parace que «vende» lo contrario: buenos propósitos, moral y comportamiento ético.

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