Gracias a la silla vacía destapamos a otro traidor, aunque seguro que no era esa su intención; quiero decir que la silla vacía no quería ayudarnos a descubrirlo. Al contrario, pienso que pretendía que nos delatase, para consumar así su venganza. Pero le salió el tiro por la culata.
Quizá convenga explicar, antes que nada, que éramos un grupo de amigos que nos habíamos reunido, ya de noche, en una cafetería. Bueno, en realidad éramos algo más que amigos; formábamos una especie de logia criminal, unida como suele ser habitual en este tipo de hermandades por una estricta ley de solidaridad y silencio.