Guarretes, desconsiderados y (llamémosles) mamones

phot_police_alterfinesVaya por delante que no tengo nada en contra de los fumadores; yo mismo lo fui hasta hace unos años. Igual que no lo tengo contra los coleccionistas de sellos, los amantes del ballet clásico o los adventistas del Séptimo Día. Bueno, estos últimos son un poco «palizas», pero esa es otra historia.

Lo que ocurre es que los amantes de la filatelia no van dejando la playa llena de recortes de los planchas de timbres postales, ni de cajas de tiras adhesivas, de esas que emplean para colocarlos ordenaditos en sus álbumes; los que disfrutan con el uso de las puntas de las zapatillas, los gráciles, fluidos y precisos movimientos de los bailarines, y sus cualidades etéreas, no tratan de que comulgues con su pasión dentro de un ascensor; y los predicadores de la inminente segunda venida de su dios no te aburren en público, pero luego en privado actúan de otro modo. Bueno, esto último igual sí, pero, como decía el doctor House: «Si se pudiese razonar con los fanáticos religiosos… No habría fanáticos religiosos».

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‘Speaking in silver’

El periodista de deportes que escribe en su diario que tal o cual delantero ha conseguido un ‘hat trick’, en lugar de un triplete de goles, es un destalentado. El empresario que señala en una entrevista que el producto que fabrica va dirigido a un ‘target’ determinado, en lugar de una clientela concreta, es un pretencioso. La redactora que le pone en el guión, a su locutora, que tal o cual tema se convirtió el día anterior en ‘trending topic’ de Twitter, ni debería de haber conseguido el título universitario, ni mucho menos trabajar en una emisora de radio medianamente seria. Y el político que repite el palabro «deslocalización», en vez de emplear la marcha o el desarraigo, para referirse a la tendencia de las empresas de irse a producir al Tercer Mundo, quiere parecer enterado de la situación, pero era el hazmerreír de sus profesores de Lengua.

«Hacer click en», «tener sexo con»… De verdad que no tengo nada en contra del inglés. Ni del alemán o del tagalo. Pero ¿no estamos empezando a parecernos cada vez más a esos hispanos que viven en Estados Unidos, y que tanta gracia nos hacen cuando hablan de «vacunar la carpeta» para referirse a pasarle al aspirador a la alfombra («vacuuming the carpet»)?

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Cada día que amanece el número de malnacidos crece

payaso_antipatico_alterfines¿Es cosa mía, o hace falta tener el alma muy negra para «colocarle» basura financiera a personas analfabetas? Eso sí, buscándole un bonito nombre comercial: participaciones preferentes. Para que los pobres abueletes –casi siempre se trataba de personas mayores– creyesen que: a) estaban adquiriendo una parte del banco o caja de ahorros; yb) se trataba de un producto exclusivo, solo para clientes especiales. Vamos, los mimbres con los que se han urdido los timos de toda la vida: hacerle creer al estafado que adquiría algo valioso, a un precio de ganga, y presionarle para no dejar pasar la oportunidad, porque no se le ofrece a cualquiera. ¿La ventaja? Que no sabían leer, así que valía con contarles la letra grande, y por encima. ¿El problema? Que no sabía escribir. Nada que no se arreglase acercándoles el tampón de tinta para que pusieran la huella dactilar del índice sobre los folios de su ruina anunciada.

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Nadal, el deshabitado

Criticar a un héroe popular conllevaría hacer frente a innumerables comentarios despectivos. Si este cuaderno de bitácora fuese leído por alguien más que por un servidor, y además admitiese que alguien que no sea yo andase correteando por los pasillos del ‘blog’ y saltando sobre el sofá de los comentarios, claro. Pero no es el caso, así que me puedo explayar a gusto con un deportista célebre, que mira tú por donde, es español. Motivo por el cual es alabado en bares, oficinas y redacciones de descerebrados periodistas deportivos.

A mi, sin embargo, me parece un pobre diablo bajo su careta de afable, majete y de individuo que rebosa deportividad hacia sus rivales; se me asemeja al personaje de la obra de Rafael Alberti «El Hombre Deshabitado». Ha incumplido la letra invisible de su contrato con al menos un espectador, yo, y se ha tornado para mi en un cero a la izquierda; en un machadiano bostezo de hastío de casino provinciano.

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Sociópata ya a las 10 de la mañana

No hace aún ni un par de horas que he bajado a desgana de la piltra, y ya he redactado mentalmente una lista con no menos de media docena de desgraciados que merecen, si no directamente la muerte, sí al menos un castigo ejemplar. Empezando por elretrasado mental del vecino cuyo despertador suena cada mañana ocho minutos antes que el mio. ¿Qué imbécil necesita despertarse a las 7,22 h. de la mañana? Y sobre todo, ¿qué necesidad tiene este mundo de que alguien así siga consumiendo oxígeno y otros recursos cada vez más escasos?

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Ford: fabricación ordinaria, reparación diaria

Un viejo chiste de mi época escolar bromeaba sobre el significado de las siglas de la compañía estadounidense de automóviles Ford, atribuyéndoles un injusto, pero gracioso «fabricación ordinaria, reparación diaria». Fuera de bromas, mientras zurcía esta mañana el descosido en la entrepierna de unos pantalones –sí, se me da bien coser, y hasta podría pensarse que me gusta– andaba pensando en la paupérrima calidad que tiene hoy en día las prendas textiles. Probablemente nunca han existido mejores materias primas en la historia de la humanidad, pero lo que es la fabricación está apenas un punto por encima de desastrosa y, ya hace tiempo, dos o tres por debajo de inaceptable.

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