Si introduces en San Google «ventajas + inconvenientes + trabajar en casa» te aparecen aproximadamente 1.310.000 resultados. Así que todo parece indicar que a) es un tema que le interesa al personal, yb) las empresas están empezando a practicar –por las malas, claro, que es como les gusta– aquello del teletrabajo, que los gurús ya nos empezaron a ‘vender’ en los años 90. Pues bien, no escribo esto ni porque me vaya a proporcionar más visitas, ni porque tenga un patrocinador que me pague por disertar sobre el tema; ni siquiera porque sea un gran líder mediático, de barbilla pronunciada, calvicie brillante y cierta tendencia al lenguaje soez –pero con irresistible encanto para las mujeres, y, por qué no decirlo, también para los hombres–, sino porque se lo prometí a Latidos hace ya un par de semanas. Y uno, que otra cosa no, pero cumplidor es un rato largo, no ha podido por menos que recapacitar sobre qué motivos le impulsaron a dejar su estupenda oficina, y dedicarse a dar lo mejor de su faceta profesional desde el cuarto de estar, y si le encuentra más ventajas que inconvenientes, o viceversa.
(Aviso para navegantes: nadie, ni siquiera ella, está obligado a leerse las 1.500 palabras exactas que tiene esta entrada. Mi abogado me ha dicho que haga constar este aviso para evitar demandas por desmayo, deshidratación e ictus cerebrales, consecuencia de su lectura «del tirón»).