Algunos actores buenos

Se cuenta, en los mentideros de Hollywood, que el papel de Coronel Nathan Jessep en «Algunos Hombres Buenos» le fue ofrecido inicilamente a Gene Hackman –que lo rechazó por coincidir el rodaje con el de «Sin Perdón», de Clint Eastwood, que a la postre le valió un Oscar–, pero ¿quién le echa de menos viendo a Jack Nicholson desgañitarse unas veces, y cantarle cuatro verdades a Tom Cruise mientras aprieta los dientes para no apretarle a él el cuello? No sé si Hackman lo hubiese hecho bien o no; supongo que sí, porque para eso es un gran actor. Pero igual que Nicholson, seguro que no.

‘Cortos de Fondos’ 26/258

Me siento tan solo dando vueltas alrededor de la Tierra aquí, en el espacio exterior. Estoy solo y me siento solo. Escribo para ordenar mis ideas, para no volverme loco.

La nave que me transportó a la estación espacial quedó inmovilizada nada más llegar, y no funciona ninguno de los sofisticados sistemas de comunicaciones instalados. Hace tiempo, al menos un mes, que deberían haber enviado una nave de auxilio desde allá abajo; pero quizá, como dispongo de provisiones más que suficientes, tal vez no se hayan planteado mi rescate como un asunto de suma urgencia.

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‘Cortos de Fondos’ 23/258

Era cuestión de tiempo que capturasen al conde. Lo que no dejó de ocasionar una cierta polémica sobre si merecía que lo decapitaran o no. La decisión no era sencilla, pues el pueblo quería sangre –¿alguna vez no?– por los daños causados, y sus caballeros venganza por las bajas ocasionadas por el ilustre reo y sus huestes.

No sin arduas discusiones, logró este privilegio, quizá gracias a que su enemigo y vencedor era, como él, aristocrata.

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Cartelicos aleccionadores XIII

(Un resumen de los enviados a los amigos y conocidos en los últimos tres años)

Nadal, el deshabitado

Criticar a un héroe popular conllevaría hacer frente a innumerables comentarios despectivos. Si este cuaderno de bitácora fuese leído por alguien más que por un servidor, y además admitiese que alguien que no sea yo andase correteando por los pasillos del ‘blog’ y saltando sobre el sofá de los comentarios, claro. Pero no es el caso, así que me puedo explayar a gusto con un deportista célebre, que mira tú por donde, es español. Motivo por el cual es alabado en bares, oficinas y redacciones de descerebrados periodistas deportivos.

A mi, sin embargo, me parece un pobre diablo bajo su careta de afable, majete y de individuo que rebosa deportividad hacia sus rivales; se me asemeja al personaje de la obra de Rafael Alberti «El Hombre Deshabitado». Ha incumplido la letra invisible de su contrato con al menos un espectador, yo, y se ha tornado para mi en un cero a la izquierda; en un machadiano bostezo de hastío de casino provinciano.

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