Mil palabras, a menudo valen más

No soy fotógrafo; hago fotos, que no es lo mismo. Ni siquiera fotografías, la mayor parte de las veces, sino simples retratos de clientes. Me refiero a que, vale, puede que sea el que mejor sabe manejar las cámaras de la agencia; lo cual no tiene mayor mérito que el haber puesto interés por aprender de los buenos fotógrafos con los que he tenido la suerte de trabajar. Sobre todo, y muy especialmente, de mi propio hermano Carlos.

Lo mismo que he hecho con los diseñadores gráficos o con los buenos periodistas, si hablamos de mi profesión; pero también de los buenos conductores, de los cocineros originales, de los escasos jugadores de mus mejores que un servidor y hasta de los «manitas» más habilidosos: aprender de quienes bordan una actividad, o por lo menos pueden enseñarte a perfeccionar tus habilidades, es la verdadera sal de la vida. Uno tendrá no menos de 30 ó 40 defectos de fabricación, pero desde luego la falta de interés por casi todo no es uno de ellos.

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Las mentiras de la vida diaria

sombras_alterfinesAsistimos a diario, como si tal cosa, al bochornoso espectáculo que nos dan, cada vez que hablan en público, esta ultraderecha que los siete millones de votantes ‘fachas’ –y la dejadez de los tibios– nos pusieron en el Gobierno. Y lo cierto es que mienten como bellacos. Que un político no diga la verdad es consustancial a su naturaleza, pero siempre se agradece el disimulo del que han hecho gala los grandes estadistas.

Ahora, no; un lunes te aseguran que no van a seguir machacando a los más débiles, y el viernes, en el Consejo de Ministros, te anuncian que los ancianos va a ser vendidos a los McDonald’s a menos de un euro el kilo. O nos desayunamos con el consabido «no vamos a subir los impuestos», que queda matizado durante el telediario del mediodía con un «al menos de momento», para acabar atragantándonos con la cena, y el cálculo exacto de cuáles van a ser las subidas y de qué impuestos concretos estamos hablando. Pero no son los únicos en emular a Pinocho.

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Cartelicos aleccionadores XLII

Dirigir tiene su ciencia

Jefes ‘capullos’ los hemos tenido todos. Pero luego, cuando un día te toca a ti mandar, descubres que ni es oro todo lo que brilla, ni vale cualquiera para organizar y dar órdenes. Así que como Riccardo Muti sí que lo hace bien –al menos al frente de una orquesta, que no es poco–, su discurso, tras recibir un galardón, merece la pena. Aunque sólo sea para reafirmarnos en que nuestro inglés no es tan malo como pensábamos…

‘Cortos de Fondos’ 119/258

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No soportaba las fiestas, y mucho menos las celebraciones familiares. Su propio cumpleaños era de hecho la peor de ellas. Mucha sonrisa, mucho chistecito inmemorial para la ocasión, y muchos regalos estúpidos que lo único que le creaban eran problemas de decoración. Tenía muchos parientes; muchos amigos que se tomaban el aniversario de su nacimiento como una fiesta personal. Para colmo, aquel año se les había ocurrido la necia idea de darle una fiesta sorpresa, en su propia casa, para celebrar, según ellos, su quincuagésimo primer cumpleaños.

Se dio cuenta nada más levantarse, a eso de las siete de la mañana. Cuando su esposa le dio los buenos días, pero «olvidó» desearle un cumpleaños feliz. Ahí comenzó su mal humor, que fue creciendo minuto a minuto, a medida que se hacían más y más evidentes los detalles secretos de la sorpresa. Sería por la noche, claro, cuando regresara del trabajo.

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