‘Cortos de Fondos’ 32/258

Se tenía a sí mismo por un delincuente inteligente. Pero no era precisamente eso lo que figuraba en su ficha policial. Siguió durante tres días al único acertante de una quiniela millonaria, en cuya intimidad había entrado a saco, como era su costumbre, los medios de comunicación. Y tras asegurarse de que cobraba el premio, se hizo el encontradizo, y le robó la cartera, bien repleta de tarjetas de crédito, a la salida de la sucursal bancaria en la que hizo efectivo el afortunado boleto.

Ya en el aeropuerto, y tras comprobar en un par de cajeros automáticos que los saldos de sus cuentas corrientes superaban con creces las seis cifras, transfirió el dinero a su propia cuenta y tomó tranquilamente el primer vuelo con dirección a Australia; el punto más alejado del Globo, y donde según él nunca le encontrarían.

Ese fue, tal y como puede leerse en el informe elaborado por la Interpol, un error estúpido. Cuando trató de usar por primera vez sus tarjetas, nada más desembarcar en suelo oceánico, fue denunciado por intento de fraude y detenido de inmediato, al carecer de fondos para pagar una simple comida en el aeropuerto de Sídney: había viajado casi 12 horas contra el tiempo, y el dueño de la billetera sustraída no había cobrado aún sus «catorce»…